Crónica: Una noche desde los ojos de los migrantes en San José

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Foto: Cortesía

Una noche desde los ojos de los migrantes en San José. Miah cumplió tres años en el albergue de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá, el pasado 12 de agosto. Su familia llegó a Costa Rica la noche del viernes anterior y esperan quedarse hasta que logren reunir el dinero necesario para comprar los tiquetes del bus que los lleve hasta Los Chiles, en la frontera norte.

La mamá de Miah, Yosbe Pérez, me cuenta que son de Maracaibo y que decidieron salir de Venezuela debido a la pésima situación económica en busca de un mejor futuro. El papá de la menor y una amiga, Elibeth López, quien carga a un pequeño de cuatro años, también viajan en este grupo. Mientras conversamos, el padre mantiene en sus brazos a Breber, el bebé de la casa, de apenas año y medio.

Todos duermen en una pequeña tienda de acampar que instalaron en la Avenida 7, Calle 10 de la capital. Allí pasan la noche, todos los días, unos 180 venezolanos. Pero también encontramos ecuatorianos, colombianos, cubanos y haitianos. Se trata de una población que se mueve constantemente, dependiendo de qué tan rápido obtengan dinero para continuar su camino.

Todos ellos atravesaron la peligrosa selva del Darién, donde, según datos de las autoridades panameñas, este año han desaparecido al menos 17 migrantes. En el camino, grupos armados los asaltan y los obligan a cargar droga; incluso, hay casos documentados de ataques sexuales contra las mujeres.

Quienes logran cruzar la selva, tras una travesía de al menos ocho días. Descansan en albergues, en el Darién, y se trasladan a Costa Rica ya con nada o muy poco dinero. Su destino: los Estados Unidos.

La llegada nocturna a San José

Estos migrantes llegan a diario, principalmente de noche, a la terminal de buses de Tracopa, en Plaza Víquez. Allí, visiblemente cansados, lesionados y con hambre, son recibidos por personas de buen corazón que les dan un plato de comida y un vaso de fresco gratis.

En ese momento es cuando descubro la calidad de personas que van en busca de un mejor futuro. “Muchas gracias”, “por favor”, “Dios se lo pague”, “nosotros ya comimos, vienen otros atrás con mayor necesidad”: son algunas de las frases que escuché con la llegada de los autobuses. 

Migrantes en San José

En el casco capitalino, hacen fila por un arroz con pollo y papas tostadas, largas colas de niños menores de 10 años, mamás con sus bebés en brazos, mujeres embarazadas y hombres muy cansados. Varias organizaciones de venezolanos ya radicados en el país, iglesias y costarricenses. Por su cuenta, se encargan de darle la bienvenida nocturna a los migrantes.

Después de un descanso de una media hora y tras preguntar hacia dónde deben caminar, se dirigen hasta la terminal 7-10. Donde se concentran quienes hicieron el mismo recorrido, días atrás.

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Algunos transportistas les cobran a los migrantes hasta $30 por el recorrido de kilómetro y medio, desde Plaza Víquez hasta el Paso de la Vaca. Muchos de ellos deciden no pagar ese precio y caminan. Según dicen, ya cruzaron el Darién, por lo que caminar 1.500 metros por San José no debería ser algo muy complicado.

Migrantes en San José

Acompañé a un pequeño grupo de venezolanos, conformado por dos hombres -uno lesionado y quien se apoyaba en un bastón para caminar-. Tres mujeres con sus niños menores de ocho años y una de ellas con un bebé recién nacido, a quien amamantó sentada en la acera. Al igual que miles de migrantes, su paso por el Darién fue muy difícil y esperan no estar muchos días en Costa Rica para continuar con el camino más largo de sus vidas.

Ropa y hasta trabajo

La inmensa mayoría de los migrantes duerme en las inmediaciones de la terminal de buses 7-10. Ubicada 100 metros al Oeste del antiguo mercado del Paso de la Vaca, hoy la Policía Municipal de San José.

De esa terminal salen los autobuses hasta varios destinos fronterizos con Nicaragua, principalmente Los Chiles. Allí me encontré todo tipo de historias, una que me conmocionó profundamente fue la de un padre que emprendió el viaje con su hijo, un bebé. Al cual tuvo que entregar a desconocidos en la selva del Darién, cuando la mamá sufrió un accidente. Al llegar al refugio en Panamá, se reencontró con el pequeño y ahora están los tres listos para continuar el camino.

Hay familias completas, bebés recién nacidos, niños de todas las edades y adolescentes.

Migrantes en San José

En este punto, el problema es el dinero. Como les comenté, de eso depende su estadía en San José. Algunos ofrecen trabajar en construcción por varios días, otros recogen basura y hay quienes se acercan y me explican que solo les faltan ₡2.000 para comprar el tiquete de bus. Otros esperan por la llegada de una transferencia bancaria desde los Estados Unidos o desde su país.

Todos llegaron a San José con lo que llevaban puesto, muchos de ellos incluso descalzos. Por eso, cuando algunos ticos llegan con ropa, ellos corren a ver qué les queda.

Hay necesidad de pañales, medicinas, atención médica y algunos otros servicios. Si bien es una población en movimiento con dependencia del dinero. Llama la atención la ausencia total de organizaciones e instituciones del Estado en ese sitio donde se concentran los migrantes. 

Sin embargo, sí cabe reconocer que la Policía Municipal, Fuerza Pública y la Policía de Migración mantienen presencia ocasional en la zona para que puedan descansar durante las noches y madrugadas. La gran mayoría pasadas por agua y muy frías.

Migrantes en San José

Esa es la noche de los migrantes en San José y no hay forma de que pase desapercibida, no hay forma de que, observando esa realidad. El corazón no se identifique y esa empatía no nos tiente a ayudar.

Con información de Cr Hoy

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